Ahora "Cásate y verás" parece que es producido por un macho venezolano promedio, sin instrucción alguna, que quiere ver en pantalla sus adolescentes sueños húmedos o fantasías eróticas:
Dos despampanantes chicas que hacen de periodistas le consultan a un "guachimán" si pueden tomar unas fotos dentro de un hospital, y el funcionario les dice que la única condición es que se quiten la ropa. Listo. Sin queja alguna y mostrando signos evidentes de retraso mental las beldades se desvisten.
Este esquech se repite en múltiples escenarios para el agrado del rating del canal que transmite el programita, y de seguro de los camioneteros que atraviesan la geografía nacional y se instalan en las areperas a esas horas a comerse algo mientras se babean de mantequilla al ver a las actrices (¿?) de "Cásate y verás".
Pero no sólo las jóvenes sin cerebro y poca ropa degradan el humor televisivo. La machacosa repetición de frases pegajosas sin un contexto verosímil o inteligente que las sustenten es un insulto al televidente.
Pareciera que el valor de un programa de TV se midiera por la repetición en los autobusetes, Metro, o en las panaderías de las dichosas frases que si se analizan con cuidado reflejan una forma de sociedad que a diario la escuela y la familia desean (¿desean?) erradicar: Hablamos de la intolerancia, el machismo y el abuso de la mujer como objeto sexual.
Menos mal que Marcel Marceau no puede ver este programa que se dice humorístico, pues está haciendo mímica en la eternidad, porque de estar vivo y presenciar "Cásate y verás" de seguro hubiera roto su artístico silencio y hubiera espetado un "a la merde".